SUICIDIO FEMICIDA
Se trata de una figura peculiar que hace equivalente el suicidio y el homicidio, entendiendo que el femicidio es una forma específica de homicidio. Sin embargo, la propuesta está en línea con el relato que se ha venido instalando desde hace varios años en la política y en la justicia, a través del enfoque de género, promovido por el movimiento feminista. La pregunta de fondo es, ¿Cuál es la mirada que subyace en torno a la mujer y al hombre en este tipo de artículos y qué implicancias tiene?
Primero que todo, el tema de la libertad para elegir no suele ser un tema de interés, ni para quien tiene ideaciones suicidas ni para el entorno de alguien que llega a quitarse la vida. Sin embargo, la libertad de elección sí es un tema central para la sociedad y, por ende, para la justicia, para la ética, para la educación y para la política. Es necesario señalar, que la libertad no existe en abstracto, sino en condiciones determinadas. Algunas de estas condiciones son inherentes a las posibilidades reales que tiene una persona para actuar: no puedo elegir dar un salto y llegar a la luna; otras de estas condiciones se relacionan con las reglas, explícitas o tácitas, que una sociedad utiliza para regular el comportamiento de los individuos: físicamente puedo saltar el muro de una casa que no es mía, entrar y acostarme a dormir en cualquier cama, sin embargo, mi decisión confronta con la manera que la sociedad permite utilizar la propiedad privada.
La libertad se relaciona con aquello que se elige hacer, en función de las posibilidades reales disponibles. Cada individuo, cada sujeto vive y elige en el marco de una situación particular que determina sus posibilidades y, por lo tanto, su libertad.
En las sociedades democráticas modernas, por definición, las personas adultas con criterio formado somos libres para pensar y para decidir, en primera instancia, en torno a nuestra propia vida, a nuestro cuerpo y a nuestras pertenencias. El límite básico es no afectar la libertad o los derechos de otras personas. En este sentido, la libertad va de la mano con la responsabilidad. Al ejercer nuestra libertad debemos responder por nuestros actos. En ocasiones nos toca elegir en condiciones adversas y muchas veces podemos equivocarnos. Aun así, somos responsables de nuestras decisiones. Por esta razón, la libertad de los niños no es la misma que la libertad de los adultos: porque hasta cierta edad no tienen el criterio formado y, por lo tanto, no son completamente responsables de sus vidas. También hay situaciones en que las personas adultas pueden padecer un accidente o una enfermedad que afecta sus facultades mentales y su capacidad para tomar decisiones. En estos casos, la sociedad debe tomar cierto tipo de resguardos para que estas personas no se dañen, no dañen a otros/as o sean dañadas por otros/as. Por ejemplo, se les otorga tratamiento en alguna institución o se determina cuidadores/as que puedan hacerse cargo de ellas.
¿Cuál es, entonces, el argumento para que la ley culpe y castigue a un hombre por el suicidio de su pareja o expareja? El fundamento básico es que una mujer violentada por un hombre puede sufrir un deterioro emocional y una depresión profunda que la lleva a suicidarse. Vale decir, por una parte, este proyecto de ley considera que una mujer violentada no es dueña de sí misma y que sus decisiones son consecuencia del maltrato que ha recibido de un hombre. Por otra parte, un hombre que ha ejercido violencia hacia una mujer no solo es responsable de lo que hace sino, también, de lo que la mujer hace en contra de sí. En el fondo, se sobreestima el poder del hombre, aunque sea para hacer daño, y se subestima el poder y la libertad de la mujer a quién, en último término, se le infantiliza. No solo a las mujeres deprimidas por violencia de género se las sigue considerando como menores de edad, sino a todas las mujeres, ya que la depresión es un estado que tiene tratamiento y que no exime a las personas adultas de su responsabilidad consigo mismas y frente a los demás. ¿Por qué se parte del supuesto que una mujer victimizada no es dueña de sus actos, mientras un hombre agresor está en sus cabales y en su sano juicio, a tal punto que le corresponde hacerse cargo de las acciones de una pareja o de una expareja que atenta contra su vida? Lo que este proyecto de ley reclama al hombre expresa esa mirada profundamente paternalista y machista que, aparentemente, está intentando corregir.
En el fondo, no interesa abordar, ni corregir, ni superar el machismo, el paternalismo, la violencia o el abuso. Tampoco importan los suicidios de las mujeres. Menos aún los de los hombres, que en Chile se suicidan tres veces más que las mujeres. ¿Cuántos suicidios masculinos estarán relacionados con violencia intrafamiliar o de género, por ejemplo, con la exigencia que se hace a los hombres para que cumplan su rol de proveedores y protectores, sin importar su salud mental o física? No es tema, no importa, porque no se busca mejorar nada. Simplemente, se utiliza la victimización, en este caso, de las mujeres, porque da rédito político. Al igual que el miedo, la victimización permite instalar la idea de héroes y heroínas que nos defienden de “los malos”. ¿Qué mejor para los/as poderosos que mostrarse sensibles con las víctimas, persiguiendo a los victimarios y cortándoles la cabeza? Pero, para que la ecuación resulte, es necesario que las víctimas sean completamente víctimas y los victimarios, culpables hasta el último cabello. ¡Nada nuevo bajo el sol! En la edad media, ni los animales se salvaban. Se consideraba que las plagas y el sufrimiento que traían a la gente eran causados por la intervención directa de Satanás. Ratones, topos u orugas eran llevados a los tribunales eclesiásticos y al ser excomulgados se consideraban fuera de la ley de Dios, por lo que podían ser exterminados sin sentimiento de culpa.
En la actualidad, nuevos/as inquisidores/as han encontrado cobijo en las expresiones radicalizadas de feminismo. La violencia machista es la encarnación de Satanás y los hombres portadores de este machismo, merecen la mano dura de la justicia y todas las penas del infierno. Son como las plagas: culpables de todo lo malo que le pasa a la gente buena y, en especial, a las mujeres, incluso del sufrimiento y el daño que se pueden provocar ellas mismas.
Esperemos que este proyecto de ley no se apruebe y que nuestros/as legisladores/as, por mezquinos cálculos de popularidad a corto plazo, se dejen de impulsar leyes que se contraponen a los principios básicos de la democracia, como la libertad, la igualdad ante la ley o la presunción de inocencia, conquistas que las sociedades modernas consiguieron con sangre, sudor y lágrimas, superando sistemas de organización autoritarios, sustentados en el miedo, la represión, la venganza y la culpa.
Comentarios
Acaso no pasa a la inversa donde muchas mujeres maltratan a los hombres incluso usando a los hijos para agredirlos en forma constante lo que los puede llevar también a suicidarse.
Vergonzosa la actitud entreguista de estos parlamentarios quienes por unos votos son capaces de condenar al inferno a todos los hombres solo por serlo.